EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO DICIEMBRE 2024

Nicolás Salcito

Propietario y director de Haciendo Camino Ediciones Águila Mora Declarada de Interés Cultural (Res. Nº 2379/14)

enero 3, 2025

Las hojas del almanaque nos traen nuevamente al último mes del año, mes paradigmático por su connotación especial, ya que en su transcurso reúne distintos acontecimientos que la sociedad en su conjunto o por sectores no puede dejar de celebrar.

Terminan las clases y especialmente en la escuela primaria y jardines se organizan las fiestas de fin de curso, cambian los abanderados y escoltas, se preparan números artísticos y otras actividades, nuestros hijos seguro participarán de alguna de ellas, entonces la movilización familiar, padres, abuelos, padrinos, tíos, etc., un revuelo en la familia y gran algarabía.

De igual manera sucede con las diversas academias y talleres artístico-culturales, también gran movilización familiar y de amistades. Cuando todo esto pasa entonces enfocamos todos los esfuerzos a la celebración mayor del mes, LA NAVIDAD. Nadie queda exento de participar, creyentes, gnósticos, ateos y demás tomados de la mano para preparar la reunión navideña.

Si nos ajustamos al acontecimiento que dio origen a esta fecha que, sin ser real, fue establecida convencionalmente, debemos remontarnos a aquél portal que el relato bíblico nos señala allá, en Belén de Judá.

Para los que somos creyentes, allí nació ese Niño que vino a redimir a la humanidad de sus errores y equivocaciones que algunos llaman pecados. Desde esta perspectiva debemos ubicarnos entonces para analizar cuál es el verdadero sentido de esta magna celebración, hay quienes lo comparan con un cumpleaños, el del Niño Dios, es una manera muy simple de expresarlo, con esta definición nos quedamos en el tiempo, cantamos el “cumpleaños feliz”, brindamos y luego el mundo sigue andando igual que antes.

Pero si por el contrario, actualizamos el sentido profundo de la Navidad, notamos que esto no debe ser tan sencillo, y es dentro de esta visión donde aparece el espíritu navideño. Aquel Niño de Belén no fue un nacimiento más, de la historia que conocemos nos vamos sorprendiendo como tanto en su niñez como en su vida adulta, nos fue marcando un camino y dejando algunas enseñanzas que convergían todas a una mejor calidad de vida para todos los hombres y mujeres de buena voluntad, especialmente los más humildes y desposeídos.

No es mi intención profundizar en un debate teológico, sino más bien resaltar que ese día, allá en Belén de Judá, no nace solamente el niño Jesús, sino que en Él se personifica el HOMBRE NUEVO. Nos preguntamos ¿quién es ese nuevo ser?, simple: vos, yo, mi hermano, mi vecino, todos los hombres y mujeres que deseamos sinceramente un mundo mejor, sin guerras, sin injusticias sociales, sin ricos demasiados ricos ni pobres demasiados pobres, todos podemos ser el HOMBRE NUEVO, y si nos asumimos como tal todos cumplimos años en Navidad, entonces se justifica plenamente que nos saludemos con un beso y un abrazo, brindemos, demos y recibamos regalos, porque todos somos el centro de la fiesta.

Por supuesto que esto entraña una gran responsabilidad, ser imagen y semejante imitando el ejemplo del Niño de Belén, su vida, su mensaje y en especial su compromiso con los pobres. Hasta aquí una síntesis del Espíritu que debe imbuir a la celebración de la Navidad.

Un saqueo en medio de la Navidad

También con la llegada de esta celebración y la de las llamadas “tradicionales fiestas de fin de año” sucede casi en forma automática otra situación que también es una realidad que nada tiene que ver con lo espiritual, el aumento sistemático de todos los precios de los productos en los estantes de los comercios y en las góndolas de los supermercados, nos preguntamos ¿a qué obedece esto?

No tiene una explicación lógica dentro de los parámetros normales del común de la población, sí lo tiene en el “espíritu de codicia y avaricia”, que oponiéndose al espíritu navideño, poseen los adoradores del “dios dinero” que se rigen por normas y leyes que no salen de la profundidad de sus corazones, sino del interés de su propio bolsillo y lo justifican todo dentro del mundo del “mercado”, aquí otra confirmación de aquello que expresara aquél Niño ya hombre, “no se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero”, aquí es nuestra libre opción a quien servimos.

El espíritu de la Navidad y un mensaje de sabiduría

El teólogo francés Henri de Lubac decía que, “El verdadero nombre de Dios es justicia, verdad y amor. Quien vive tales realidades está mas cerca de Dios que aquel que tiene el nombre de Dios permanentemente en sus labios pero no vive la justicia, la verdad y el amor”.

La ética y la moral nacen en nuestra propia profundidad como seres humanos, es por ello que la mayoría de la humanidad funda las mismas en las diversas religiones en las que se inserta. Es muy importante si pertenecemos a alguna de ellas, y muy especialmente quienes conforman la jerarquía, mantener la coherencia entre el decir y el actuar, teniendo en cuenta que nuestras actitudes personales pueden comprometer al conjunto, en este caso a la Iglesia de la que formamos parte.

También es de importancia distinguir  la diferencia que existe entre Iglesia y templo. Si ambos conceptos se funden en uno solo, corremos el riesgo de limitar nuestro accionar moral al simple cumplimiento de normas preestablecidas y que tranquilizan nuestra conciencia.

Si por el contrario, consideramos que nuestra comunión se da en el encuentro con el Templo vivo, el Hombre en su doble acepción, materia y espíritu creado a imagen y semejanza del Infinito, entonces nuestro compromiso es mayor, ya que la Iglesia se extiende mucho más allá del umbral de un recinto por mas sagrado que lo consideremos. Como ejemplo hacemos propias las palabras de Juan Arias, quien nos dice en su texto  LA IGLESIA QUE YO AMO:

“La que demuestra que se puede ser feliz ya en la tierra sin dinero y sin poder; la que tiene tal instinto para el amor que sabe descubrirlo incluso donde nadie lo advierte; la que cree en Cristo más que en los bancos y en la diplomacia; la que no me ofrece un Dios congelado sino un Dios vivo, un Dios que no se agota.

LA QUE ME HABLA MAS de Dios que del diablo, del cielo que del infierno, de la belleza que del pecado, de la libertad que de la obediencia, de la esperanza que de la autoridad, del amor que de la inmoralidad, de Cristo que de ella misma, del mundo que de los ángeles.

Del hambre de los pobres que de la colaboración con los ricos, del bien que del mal, de lo que me está permitido que de lo que me está prohibido, del hoy que del ayer.

La que huye al monte cuando intentan coronarla reina; la que es centro de todas las experiencias que puedan hacer al hombre más hombre. La que va siempre delante del rebaño, como los pastores del Oriente.

LA QUE SE PREOCUPA MAS de ser auténtica que de ser numerosa; de ser sencilla y abierta a la  luz que de ser poderosa; de ser ecuménica que de ser dogmática; de ser de todos que de ser monolítica.

La que no tiene otra moral que la supremacía del amor; la que es más madre que reina, más abogado que juez, más maestra que policía; la que tiene el fogón siempre encendido para todos los fríos y todas las soledades; el pan caliente para todas las hambres.”

Amigas, amigos, creyentes o no, nadie puede dejar de reconocer el mensaje de amor que vino a traer aquel Niño, nacido pobremente y a cuya improvisada cuna los primeros que se acercaron fueron los pastores de los alrededores, gente pobre, trabajadores, considerados en la escala social más baja de la sociedad de aquel entonces, “portadores de rostro” les diríamos hoy. A ellos se les manifestó antes que a nadie, Aquél que siendo en el origen palabra, se hizo carne tomando nuestra misma humanidad y habitó y sigue habitando entre nosotros. (Jn1,14).

Recibámoslo con alegría y esperanza porque nos dice que la Paz entre los hombres es posible, pero no vendrá por arte de magia, hay que conquistarla y a nosotros nos corresponde la tarea para hacerla realidad.

Un abrazo fraterno y el deseo de una FELIZ NAVIDAD para todos y todas ustedes.

Nicolás Salcito

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