Por Nicolás Salcito
EDITORIAL DE HACIENDO CAMINO ABRIL 2025
Clara Valverde, activista política y social y escritora española, introduce su libro en 2017 con alusión al texto de una pintada en la pared: “Con la dictadura nos mataban. Ahora nos dejan morir”. En dicha obra: “De la necropolítica a la empatía radical”, sostiene que el sistema neoliberal es incompatible con la lucha contra la desigualdad, pues este sistema divide a la sociedad en excluidos e incluidos. Para lograr su permanencia y aumentar el poder y la riqueza de los privilegiados, se desentiende de los primeros y les crea temor a los segundos.
Ya en el 2013 en la misma línea lo expresaba el papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium: “No a una economía de la exclusión. (53) Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad”.
¿QUÉ LUGAR OCUPAN LOS ANCIANOS EN NUESTRA SOCIEDAD?
Muchas veces son relegados, marginados, acusados de que no entienden nada… las personas mayores son destratadas en las sociedades occidentales donde la juventud es un valor eternamente preciado. ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo se los pondera en otras culturas? ¿Por qué nos cuesta darles el lugar que se merecen?
Muchas veces, nuestra relación con las personas mayores se reduce a cederles el asiento en el colectivo. En este caso vemos una acción social tradicional, pero no podemos hablar de una relación social, en cuanto a interacción, que nos permita vincularnos con el otro.
Los mayores, como todos, tienen necesidades de expresión y desean realizar una función social útil, que muchas veces como sociedad les negamos: para el modelo económico vigente, el anciano ya no es una fuerza productiva. Según el sociólogo José María Serbia, la función que puede cumplir la gente mayor en el sistema actual es la de consumidor. Teniendo en cuenta las asignaciones jubilatorias vigentes en la Argentina y en la mayoría de los países de América Latina, no hace falta agregar demasiado.
TERCERA EDAD
En términos académicos podemos hablar de “tercera edad” o “adultos mayores” al referirnos a las personas de más de 65 años. Además del parámetro objetivo, hay una gran cuota de subjetividad: hoy no pareciera que alguien de 65 sea un anciano, al menos en la mayoría de los casos. Volviendo al ejemplo del asiento en el colectivo, cada uno tendrá diferentes criterios para evaluar cuándo una persona es “vieja”. Existen parámetros para todas las cosas. Todo está fríamente calculado, racionalizado; ya ha sido pensado y tiene su nombre apropiado.

La edad del anciano fue variando con los años. Si viviéramos en el neolítico, alguien sería una persona mayor con sólo 26 años y estaría transitando los últimos años de su vida. Si subimos a la máquina del tiempo y damos un gran salto a la edad media, pensaríamos que morir a los 40 es normal, pues no tendríamos chances contra las epidemias letales. Hoy el número parece más cercano a los 80, aunque hay muchos que sorprenderían. ¿Cuál es el parámetro correcto?
EL ANCIANO SABIO
Hoy, el viejo es visto como un ser del pasado, que ya no está de moda. Sin embargo, no siempre fue así. En otras civilizaciones y épocas históricas se los llegó a considerar una fuente de sabiduría y esto los llevaba a desempeñar un rol protagónico en la vida cotidiana de las sociedades a las cuales pertenecían.
Estudios antropológicos consideran que en épocas prehistóricas los ancianos eran respetados y simbolizaban un gran valor por el simple hecho de subsistir. No es extraño entonces que los chamanes, sabios de las sociedades cazadoras y recolectoras que ejercían prácticas como la sanación, muchas veces fuesen hombres mayores.
Para los egipcios las personas con más edad representaban la experiencia y la sabiduría: tenían una importante labor social como educadores y guías de los más jóvenes. En el caso del pueblo hebreo, los ancianos ocuparon un rol fundamental. Los relatos bíblicos hablan en Levítico sobre el respeto por los mayores e incluso el libro de Números registra la creación de un consejo de 70 ancianos con funciones destacadas a llevar a cabo.
Desde la Edad Antigua, pasando por la Edad Media y Moderna, la función social de los hombres más antiguos del pueblo ha tenido infinidad de variaciones. En la mayoría de las sociedades contemporáneas no se los valora positivamente, aunque debemos destacar el incremento logrado en cuanto a la expectativa de vida.
EL ANCIANO EN EL CAPITALISMO NEO-LIBERAL
Como vemos, encontramos coincidencias en cuanto a las funciones sociales asignadas al anciano en distintas culturas, que no han sido reestructuradas en términos de los lineamientos políticos y económicos imperantes en el mundo posmoderno.
Esto lo encontramos reflejado en la práctica cuando leemos la sección de empleos en cualquier periódico, “Se necesita empleado con estudios universitarios, con experiencia, no mayor de 21 años”, es evidente que la búsqueda no está orientada a una persona de edad madura y mucho menos de la tercera edad. De estos ejemplos o similares tenemos en todos los órdenes de la sociedad.
Pero lo más preocupante es el abandono del valor de la solidaridad que caracterizó a épocas pasadas y uno de los vectores más importante de esto es el aporte a las Cajas de Jubilaciones que hacen los trabajadores activos y los propios empresarios para sostener a quienes después de haber brindado su fuerza a la actividad laboral, pasan a disfrutar de un período muy bien ganado donde lo más valorable tendría que ser el ocio creador, con una buena remuneración que le permita desarrollar en ese tiempo aquello que muchas veces tuvo que relegar por aportar a la economía de la empresa y del país.
En el actual sistema, simplemente porque el jubilado/a no son reciclables para seguir produciendo hasta el momento de partir de este mundo, el Estado ajusta sobre sus espaldas lo que les regala en forma casi inmoral a los sectores concentrados de la economía. Basta recordar en los años en que gobernaba el Dr. De la Rúa, siendo Patricia Bullrich Ministra de Trabajo, la quita del 13% sobre los haberes jubilatorios, mientras los bancos y grandes empresas se beneficiaban con la renta nacional. En nuestros días se repite la misma ignominia, los jubilados sufren recortes en medicamentos, servicios de salud y por supuesto “disfrutan” de un haber jubilatorio de hambre.
Cerramos con un pensamiento del papa Francisco sobre el tema: “La ancianidad es una vocación. No es el momento todavía de “tirar los remos en la barca”. Este periodo de la vida es diverso de los precedentes, no hay dudas: debemos también “inventárnoslo” un poco, porque nuestras sociedades no están listas, espiritualmente y moralmente, para darle a éste, en este momento, su pleno valor.”
Para reflexionar.
Hasta la próxima edición.
Fuente consultada: opinión sur.org.ar
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