Por Gabriela Lasanta
«Cuanto más simplificamos la verdad, más probable es que terminemos mintiendo.» – Simone de Beauvoir
Tuve la desgraciada oportunidad de ver videos de la masacre de Hamas en Israel en octubre pasado. Lo que yo vi, no se difundió y supera todo lo imaginable. Me dañó profundamente. Es el abismo de la crueldad. Hoy se activó esa herida con la entrega de los cuerpos de Ariel y Kfir a Israel
Como casi todos, ante la violencia de cualquier tipo, uno se pregunta ¿quién tiró la primera piedra? Por momentos creo que las víctimas son más víctimas de un lado, por momentos del otro. Y andando con el corazón dividido, tratando de encontrar qué causa es más causa, que injusticia es más injusta, que violencia es más cruel, quedé durante meses girando en una espiral que nunca llega al fondo.
Observando Gaza, mi patria y mi propio corazón me doy cuenta de cómo actúa el odio y cuánta luz hace falta para inmunizarse. Se va sedimentando en capas sobre el dolor, la pérdida y la desesperanza, hasta volverse un prisma deformante a través del cual cada lado ve al otro. El odio tiene un poder corrosivo porque simplifica y polariza. El problema es que no solo divide entre “nosotros” y “ellos”, sino que también nos divide internamente cuando intentamos comprender la realidad con honestidad.
Este vaivén que yo sentía cada vez que veía el dolor de judíos y palestinos es el reflejo de la complejidad del sufrimiento humano, que no encaja en esquemas simples de buenos y malos. El odio, en cambio, exige, una implacable claridad absoluta: un gran culpable y una causa justa . Convierte a la parte en un todo. Pero la realidad es más difícil de soportar porque exige reconocer múltiples dolores, múltiples injusticias y la tragedia compartida de quienes están atrapados en la espiral de la violencia. La tarea más difícil no es tomar partido, sino mantener viva la capacidad de compasión por todos los que sufren, sin que la indignación se transforme en ceguera.
Me costó mucho, la verdad, necesitaba encontrar un chivo expiatorio porque fue espantoso lo que vi y la indignación me arrasó. Entonces me di cuenta cómo trabaja el poder terrenal y el poder del mal. “ Para cada problema complejo nos ofrece una respuesta que es clara, simple y equivocada.» — HL Mencken
De hecho, es peor que eso. No sólo es errónea, sino que empeora las cosas . No hace falta que el odio nos habite para entrar en su lógica de arrasar con los matices, encontrar un culpable y empeorarlo todo creyendo que eliminarlo es la solución.
No encuentro manera de imaginar cómo podrán estos pueblos sanar las heridas infligidas. Pero el grito de sus dolores me conmueve y me lleva a pensar en nuestra patria y en lo urgente que es resistir: des-creer, des-terrar, des- aprender la guerra y las pretensiones binarias de buenos y malos por antonomasia.
0 comentarios